Desde la desazón absoluta hasta consolidarse nuevamente como candidata, Argentina ha vivido una montaña rusa de emociones en Qatar. Instalada en octavos, mira con optimismo los posibles escenarios para llegar a la final.
Por Fernando Ríos Ramírez
El mundial arrancó con una de las mayores sorpresas de la historia. Arabia Saudita vencía a la Argentina dos a uno, dejando atónito a todos. Dicha derrota anticipaba un torneo repleto de sorpresas, uno que ha visto caer a grandes como Alemania o Francia. Y desde ese pitazo final en Lusail, lo que han tenido ha sido de otro mundo.
Luego de eso, la presión sobre ellos fue brutal. Más allá de ser, tal vez, el último mundial de Messi, tiene que ver con el desempeño que habían demostrado por tres años y medio, que los llevó a superar una sequía de 28 años sin ganar un título. Y el mazazo contra los árabes fue un golpe bajo a la moral trasandina.
Las burlas fueron otro elemento que los llevó a cambiar las cosas. Numerosos hinchas saudíes se reían de que su selección, futbolísticamente inferior a Argentina en cualquier aspecto, le amargó el debut que prometía ser una goleada. Las chistosadas y memes traspasaron fronteras, donde su próximo rival también aprovechó de mofarse: México.
Los tricolores por su parte habían empatado con Polonia a cero. Y a pesar de haber demostrado un juego deslucido y poco efectivo en ataque, se mostraron confiados en poder vengarse de los argentinos, quienes ha sido su “bestia negra” en las Copas del Mundo, dejándolos fuera en el 2006 y 2010 en octavos de final.
Con un peso enorme en sus hombros, Scaloni tuvo que hacer grandes cambios en la alineación frente a México. La 4-4-2 se mantuvo, pero con grandes modificaciones: Afuera Molina, Romero, Tagliafico, Paredes y el ‘Papu’ Gómez; adentro Montiel, Lisandro Martínez, Acuña, Rodríguez y Mac Allister respectivamente.
Pero más allá de lo táctico, algo cambió dentro del camarín. La actitud con que salieron la cancha fue como una disputar una final, mismo sentimiento que toda la Argentina compartió por 90 minutos. Entraron a matar o morir, y así se sintió.
México se encerró desde el inicio, intimidados por la agresividad, motivación y garra de los sudamericanos. El primer tiempo estuvo aburrido, con casi ninguna llegada peligrosa por parte de los dos. Eso igual extraño, ya que ambos se jugaban mucho más que tres puntos en ese partido, pues había un simbolismo detrás.
Para la segunda mitad las cosas se inclinaron completamente para Argentina. El cambio de Rodríguez por el joven Enzo Fernández era lo que necesitaban para dominar el mediocampo. Marcando los tiempos a su gusto, consiguió abrir espacios de pases clave y doblegar la línea de cinco defensas mexicana.
Aprovechando un hueco en el borde del área, Messi saca un zurdazo que batió a Ochoa y le dio el impulso final que necesitaban para consagrar el partido. Obligó a Gerardo Martino a tener una mayor amplitud, añadir un hombre más en ataque para ir en busca del empate, pero descuidando la última línea. El resultado ya era predecible para ese entonces.
El mismo Fernández cerró el partido con un disparo por la derecha, dejando tranquila a la banca de Scaloni. Un triunfo dos a cero frente a los aztecas era lo que necesitaban para encarrilar el rumbo, dejando las críticas de lado. Aún así, todavía no estaban clasificados y debían enfrentar a Polonia en la última fecha.
La dinámica fue más o menos la misma: encerrar al rival en terreno propio. Y así fue, todo el encuentro estuvo bajo control argentino, negándole cualquier llegada a Lewandowski, el único referente polaco en ataque. Mac Allister y Julián Álvarez, ex Boca y River, abrocharon el boleto a octavos como punteros del grupo C.
En el horizonte de divisa Australia, una selección que viene con una moral en alto, con dos victorias al hilo sobre Túnez y Dinamarca, una de las grandes decepciones del mundial. Aun así, son históricamente inferiores a Argentina, pero que sea algo de que fiarse. Las sorpresas abundan en Qatar, y puede que los oceánicos nos brinden una más.
Ahora, ¿qué pasa si le ganan a Australia? Lo lógico sería que se enfrentasen a Países Bajos en cuartos, pero la inyección de autoestima sería impresionante. El alza de expectativas ejercería una presión inconmensurable sobre Messi y compañía, pero la Albiceleste es una selección acostumbrada a esta clase de escenarios. La fe está puesta en lo que suceda este sábado. Todo puede pasar. Argentina saldrá al gramado de Rayán a dar la vida contra Australia. Ahora es matar o morir, y la segunda no es una opción. Considerando todo lo que han tenido que pasar, y contando con Messi por última vez, darán todo por bajar, de una vez por todas, la anhelada tercera estrella.