Con el mundial a la vuelta de la esquina, se alistan los últimos detalles de cara al puntapié inicial. Sin embargo, los oscuros misterios que esconde el país anfitrión amenazan con opacar la máxima cita planetaria.
Por Fernando Ríos
Zúrich, Suiza. 2 de diciembre del 2010. Por primera vez en su historia, la FIFA elige las sedes de dos mundiales en una sola reunión. Los hinchas esperaban saber qué países albergarían las Copas del Mundo de 2018 y 2022. Fueron muchos los candidatos, pero al final el máximo ente del fútbol se decantó por dos curiosas naciones.
Rusia tuvo el honor de organizar el mundial del 2018. El gigante europeo, si bien no tiene una liga competitiva a nivel continental, sí cuenta con una cultura futbolística. Pero el otro anfitrión escapaba de todo lo conocido hasta entonces, un país que muchos desconocían hasta ese día: Qatar.
¿Por qué Qatar?
La elección de este pequeño país de no más de 1,6 millones de habitantes como sede de un mundial causó revuelo desde el inicio. No porque la Copa llegase a un país árabe, sino porque pocos podían indicar siquiera dónde estaba Qatar en el mapa. Para muchos era un lugar desconocido que apareció de la nada.
Desde Corea-Japón de 2002 que el mundial no tocaba suelo asiático. La diferencia horaria, los fracasos de Argentina y Francia (vigente campeona de entonces) y escandalosos arbitrajes que perjudicaron a Italia y España fueron las principales razones para olvidarse rápido de aquella edición.
¿Cómo entonces un país con escasa cercanía al fútbol, que ni siquiera tiene una liga profesional, logró ser elegido sede de la mayor cita planetaria?
Tras cuatro votaciones, Qatar derrotó a Estados Unidos. Antes había doblegado a Corea y Japón que querían repetirse el plato, mientras que Australia no logró pasar a segunda vuelta con apenas una preferencia. Pero el camino de Qatar comienza antes de 2010, con la participación de un ícono mundial.
Zinédine Zidane y el emir qatarí de entonces, Hamad bin Jalifa Al Thani, dirigieron la organización para llevarse el mundial. Qatar se preparó: antes de que su nombre fuera puesto en la palestra, presentó el estadio icónico de Lusail, sede del partido inaugural, final y otros compromisos, anticipándose a la selección de los árabes como anfitriones.
Recibieron numerosas críticas de corrupción, por el apoyo de algunos países miembros del Consejo de Cooperación del Golfo. No obstante, la Federación Española de Fútbol, con sus dos mayores equipos, Barcelona y Real Madrid, sustentaron una alianza que apoyó la candidatura, porque los principales patrocinadores de ambos clubes eran de origen oriental. Esto posibilitó que países latinoamericanos se sumaran a la iniciativa.
Un año después, el entonces mandamás de la FIFA, Joseph Blatter, informó que el mundial se realizaría en noviembre y no a mitad de año como es costumbre. ¿La razón? Las altas temperaturas en junio y julio, que llegan a 50° Celsius, por lo que se postergó a noviembre para proteger a jugadores y público.
Trabajadores fallecidos
Si bien los organizadores atinaron al instalar aire acondicionado en los estadios, detrás hay oscuros secretos que han tratado de mantener ocultos para no dañar la reputación del anfitrión.
La construcción de las sedes ha estado en el centro del debate. Y no por los millones de dólares gastados. Es algo que va más allá del dinero.
El eje de la polémica fueron las deplorables condiciones laborales de los obreros que construyeron los estadios. Qataríes y migrantes debieron luchar contra el calor, la pobreza, bajos salarios y accidentes a diario. Hubo denuncias de uso abusivo de mano de obra por parte de su monarquía. No es lo peor.
Un informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), según CNN, reflejó que en 2020, fallecieron 50 obreros por accidentes laborales. El diario inglés The Guardian informó que 6.500 trabajadores migrantes perdieron la vida en Qatar desde que el país fue electo sede. Aunque CNN no comprobó los datos, el número es inquietante.
Desde Doha rechazan las acusaciones. Dicen que fueron tres los fallecidos y que otros 35 no tuvieron relación con las obras. El jefe organizador, Nasser Al-Khater, declaró que Qatar ha sido tratado de manera injusta y desigual desde 2010.
Una cultura diferente
Los hinchas que viajen a Qatar encontrarán grandes restricciones. La cultura ha incidido fuertemente en esta Copa, lo que trajo nuevas críticas contra los organizadores.
Hace un tiempo, Teletrece publicó en su bloque deportivo una lista de cosas que están prohibidas: manifestaciones de amor en público, el consumo de alcohol, hinchas caracterizados y la proscripción de cualquier demostración ligada a la comunidad LGBTQ+.
Las autoridades árabes establecieron medidas para mitigar el incumplimiento de estas reglas, como la instalación de una aplicación “espía” en los dispositivos móviles, acceso completo a información personal y cámaras de seguridad por cada 50 metros en la vía pública, según el exembajador de Chile en los Emiratos Árabes Unidos, Jorge Daccarett.
Pareciera ser un intento de deshumanizar el deporte, por más que la intención haya sido diferente. Tradiciones y costumbres diferentes, arcaicas para los críticos, interfieren en el normal desarrollo de la planificación mundialera.
El último escándalo fue mostrar supuestas hinchadas de las selecciones favoritas -argentinos, brasileños, españoles, entre otros-, para dar una apariencia de normalidad. El problema fue que eran qataríes y no fanáticos de estos países, como no tardaron en descubrir los medios.
Bajas que duelen
Si en Qatar sufrieron por tener la infraestructura a tiempo, también los técnicos para llegar al torneo este 20 de noviembre con sus figuras intactas. El desgaste físico de esta temporada es elevado y eso le pasó la cuenta a varios que debieron restarse de la máxima cita planetaria.
Al postergar la Copa del Mundo para fines de año, coincidió con las ligas de alto rendimiento. A diferencia de Sudamérica, los torneos en Europa tienen un pequeño descanso a finales de año, pero no es el final de la temporada.
La mala suerte ha rondado por los conjuntos que son considerados candidatos para levantar el trofeo. Algunos rezan para que no tener que convocar a alguien de emergencia, otros para que sus ídolos se recuperen antes del partido inicial, en una verdadera carrera contrarreloj.
La lista de lesionados es mayor que en Copas del Mundo anteriores. Francia es por lejos el más afectado: Maignan, Kimpembe, Varane, Pogba y Kanté se restaron; en Inglaterra, los laterales Chilwell y James no llegarán; Alemania perdió a Werner, Wirtz y Reus, uno que acostumbra a lesionarse; Portugal a Diogo Jota; Holanda a Wijnaldum; Argentina a Lo Celso y posiblemente a Dybala. La lista sigue y sigue.
Pero quizás el susto más grande que pasaron los aficionados, especialmente los de la albiceleste, fue cuando Messi presentó molestias en el tendón de Aquiles hace un par de semanas. Pero era leve y no preocupó al DT trasandino, Lionel Scaloni.
Sin duda, el sueño de muchos es ver al astro argentino levantando la Copa del Mundo, otros querrán a su archirrival Cristiano Ronaldo comandando a Portugal por la gloria, pero las lesiones generan un ambiente de tensión, suspenso y preocupación que amenaza a dos de los mejores jugadores de la historia quedarse fuera de, posiblemente, su último mundial. A horas del partido inaugural entre Qatar y Ecuador, la suerte está echada para cualquiera en un mundial diferente a los 21 anteriores, con una polémica organización y que marcará el fin de una era de estrellas del fútbol, de la que sólo unos pocos tendrán el privilegio de alzar la Copa que les acreditará la gloria eterna.