La postergación y cancelación de eventos masivos ha provocado que los ingresos de los artistas nacionales se vean reducidos. Pero a pesar de que la comunidad artística se ve encerrada en un terreno incierto, sus partícipes han buscado otros caminos para fomentar la cultura.
Por: Alexis Paiva Mack
El presente año prometía ser un éxito para el escenario musical. Por un lado, la erupción del estallido social en octubre de 2019 provocó que la amplia mayoría de los artistas organizaran conciertos para incentivar la cultura y visibilizar las demandas de la ciudadanía hacia las élites políticas y económicas.
Cantantes nacionales como Alex Anwandter —quién publicó su sencillo Paco Vampiro en respuesta a la intensa represión policial en las manifestaciones— o Mon Laferte —quien se presentó en la ceremonia de los Latin Grammy a torso desnudo y con un pañuelo verde alrededor de su cuello —, son el reflejo de una comunidad artística que se hacía notar con una fuerza progresiva.
Al mismo tiempo, autores como Joe Vasconcellos, Camila Moreno, Nano Stern, Javiera Parra y Manuel García, entre una lista extensa, publicaron una versión del título homónimo de El derecho de vivir en paz (1971) del compositor chileno Víctor Jara, bajo el nombre Músicxs de Chile.
Lo que parecía ser el momento ideal para la composición y difusión de ideas que anteriormente no habían sido atendidas de manera masiva, pasaban a convertirse en un componente clave para alterar el Status quo.
“Los tiempos peligrosos requieren de canciones peligrosas”, decía Tom Morello en una entrevista a Los Angeles Times en 2016, en medio de un ambiente electoral que finalmente dio por victorioso al republicano Donald Trump. Pero las declaraciones del guitarrista de Rage Against The Machine (entre otros proyectos) son difíciles de sostener cuando la esfera cultural se ve debilitada en el ámbito económico. Al menos en un sistema donde el capital se convierte en una necesidad para la supervivencia.
El COVID-19 contra la música
La reciente expansión del coronavirus alrededor del mundo ha generado inestabilidad en las distintas aristas de la sociedad. Los decretos de cuarentena y la prohibición de realizar eventos masivos (con el propósito de frenar los contagios) han puesto en jaque la actividad en los estadios, teatros, locales y estudios de grabación.
Para Felipe Metraca, baterista fundador de Cómo Asesinar a Felipes y miembro de Jaco Sánchez (uno de los proyectos de Pablo Ilabaca) y La Brígida Orquesta, esta situación le ha afectado directamente. Según comenta, el 60% de sus ingresos provienen de espectáculos en vivo, mientras que el resto es producto de su trabajo como profesor universitario.
A pesar de que la llegada del COVID-19 agudizó la cancelación y postergación de recitales, la estabilidad de los artistas chilenos sufrió sus primeros golpes en octubre del año pasado.
El bajista y miembro original de Los Jaivas, Mario Mutis, asegura que la agrupación con más de medio siglo de vida también se mantiene a través de los espectáculos en vivo y que, a pesar de su popularidad, las ganancias por streaming son muy cercanas al 0%.
“La gente cree que nosotros ganamos mucho, pero eso es solo un mito”, afirma Mutis y agrega que sus presentaciones tuvieron un carácter gratuito en el contexto del estallido social.
Otros artistas como Mon Laferte, Consuelo Schuster y Benjamín Walker, entre otros ofrecieron una serie de conciertos gratuitos en distintos puntos de la capital, bajo el nombre de El Largo Tour. Esta iniciativa también contó con la participación de médicos, abogados y psicólogos que atendían a las personas que solicitaran sus servicios.
Christian Silva, líder de Humboldt, también participó de las actividad mencionada, pero a pesar de que contribuyó a la cultura a través de su labor social, los conciertos con su banda se hicieron cada vez más escasos y la promoción de Atlas (2019), última entrega del grupo, se vio postergada para fechas que aún no sabe con claridad.
De la misma manera, Akineton Retard —quienes cumplen 25 años de trayectoria en los escenarios de la vanguardia nacional—, han debido reagendar las grabaciones de un trabajo audiovisual en los Estudios Del Sur, el cual busca reunir obras selectas de su repertorio histórico.
“Esto es súper complicado para el mundo de las artes escénicas en general”, comenta su baterista Cristián Bidart, quien asegura ver una comunidad digital más activa, a través de músicos que generan y comparten su arte a través de computadores.
“No siento que haya resignación o pesimismo, sino que todo lo contrario. Cuando salgamos de esta, nos habremos fortalecido. Se viene un fin de año súper potente”, reflexiona al otro lado de la línea telefónica.
Conciertos desde la comodidad del hogar
Cada vez son más los artistas que se han acercado a sus seguidores a través de redes sociales, para así fomentar que estos respeten la cuarentena.
Nombres internacionales como Neil Young y Pedro Aznar han anunciado presentaciones gratuitas a través de la web, mientras que Miley Cyrus ha abierto espacios de conversación a través de su cuenta de Instagram.
Asimismo, los nacionales Cómo Asesinar a Felipes han liberado material de archivo a través de Youtube, tales como Ya perdimos la paciencia, un concierto en Buenos Aires en 2017 que fue filmado en un formato de 360º.
En Chile, músicos de distintos géneros se han unido para desarrollar una serie de conciertos en formato digital.
Mauricio Redolés, Chinoy, (Me llamo) Sebastián y Alan Reale son algunos de los nombres que se han sumado a esta iniciativa para amenizar la cuarentena y llevar su música a las casas de los fanáticos.
Este último, quien también se desempeña como guitarrista de Los Jaivas y gestor del libro Los Jaivas y la Música Latinoamericana —el cual busca promover la música en las aulas de clases—, presentará algunas de sus composiciones durante esta eventualidad, en la cual también se planea difundir las obra de artistas emergentes.
A diferencia de sus compatriotas, (Me Llamo) Sebastián ha presenciado la expansión del coronavirus desde España, país que ya acumula más de 3.400 fallecidos a causa de la pandemia. Su gira como solista marchó bien durante los últimos tres meses, pero el estado de catástrofe lo obligó a volver a las cuatro paredes de su hogar, situación que no detiene las ganas de llevar su música hacia el resto del mundo.
Las canciones del autor de La Belleza (2015) se hicieron conocidas gracias a internet —cuando empezó a subirlas desde 2008-2009—, por lo que asegura sentirse familiarizado y seguirá con sus conciertos online “no sólo por el tiempo en que dure la cuarentena, sino que ojalá por siempre hasta que me muera”.