Premio Nobel de Literatura en 2010 y autor de novelas esenciales como La ciudad y los perros, Conversación en La Catedral y La fiesta del chivo, también se destacó como un intelectual activo en la esfera pública, firme defensor del liberalismo y crítico de los autoritarismos.

Mario Vargas Llosa, una de las voces más influyentes de la literatura y el pensamiento en lengua española, falleció esta semana a los 88 años. Su obra y sus ideas, debatidas en centros académicos de todo el mundo, encontraron en la Universidad Adolfo Ibáñez (UAI) un espacio afín, donde fue distinguido como Miembro Académico Honorario y participó en instancias que reflejaron su compromiso con las artes liberales y la educación humanista.
Esta relación con la UAI se concretó en dos hitos importantes: en 2018, cuando recibió el nombramiento honorífico, y en 2023, cuando visitó el Campus Peñalolén para una conversación pública junto a académicos y estudiantes. Ambos momentos pusieron de relieve la sintonía entre su pensamiento y el proyecto formativo de la universidad, centrado en la libertad individual, el pensamiento crítico y una formación integral desde las humanidades.
El título de Académico Honorario que recibió en su primera visita lo incorporó a un grupo muy reducido de 13 figuras internacionales, cuyos retratos cuelgan en la sala de reuniones junto a la rectoría. Vargas Llosa comparte ese espacio con economistas como el premio Nobel Vernon Smith o el historiador británico Niall Ferguson.
Francisco Covarrubias, actual rector de la UAI, participó en el consejo qué decidió este nombramiento. Según él, este reconocimiento respondió a la sintonía entre el ideario del escritor y el espíritu universitario:
Él es un intelectual público, y defiende valores que la universidad ha defendido. El valor a la libertad, a la democracia, el valor de los principios de mercado, de la tolerancia”.
Durante la ceremonia, Vargas Llosa hizo una defensa explícita de la formación humanista:
“Agradezco este diploma que me incorpora simbólicamente a la Universidad Adolfo Ibáñez. Me emociona estar rodeado de jóvenes que reciben una formación profesional, y al mismo tiempo la universidad los impregna con las artes liberales”, dijo.
Cinco años más tarde, en 2023, regresó a la universidad para un encuentro en el que evitó hablar de política o de su obra.
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“Más que conversar sobre su quehacer público o sus ideas, él quería hablar sobre las novelas que le gustaban”, recuerda la académica Antonia Viu, quien compartió el escenario con él y con el ex rector Harald Beyer. “También habló mucho sobre la importancia de leer los clásicos de la literatura”, agrega.
El encuentro fue seguido por cientos de estudiantes y autoridades, entre ellas la entonces alcaldesa de Peñalolén, Carolina Leitao.
Desde la universidad, se valora que su paso por la UAI no haya sido solo una visita protocolar, sino una instancia genuina de intercambio. Covarrubias destaca que Vargas Llosa encarnaba el tipo de intelectual al que una universidad como la UAI aspira a acercarse: comprometido con las ideas, dispuesto a entrar en conversación con la sociedad y con una visión integral del conocimiento.
“Fue una persona con múltiples intereses. No solamente pensaba en la escritura. Incursionó en la política, analizó y estudió el liberalismo. Esos intelectuales se dan cada cierto tiempo en la historia”, comenta.
En ese sentido, su presencia no solo aportó prestigio, sino que reforzó el valor de una formación que no separa la especialización del juicio crítico ni la técnica del pensamiento. “Era un intelectual que tomaba posiciones. Lo hizo a través de su obra, de sus personajes, de la ficción, pero también opinaba de distintas cosas en sus columnas”, dice Covarrubias. “Y eso hoy no es tan habitual: que quienes se dedican al conocimiento opinen sobre el mundo más allá de su disciplina”.
El paso de Vargas Llosa por la UAI —con su retrato entre economistas e historiadores de talla mundial, sus palabras sobre los clásicos y su defensa de las humanidades— dejó una huella que va más allá del homenaje. Es una señal concreta de la conexión entre su pensamiento y el tipo de formación que la universidad ha buscado cultivar: integral, crítica y comprometida con la libertad.