Clases suspendidas, zona de exclusión de 8 kilómetros en torno al cráter y vigilancia estrecha al volcán más activo del país.
Por: Jorge Cofré
En lengua mapudungun es conocido como el Rucapillán, lo que podría ser traducido libremente a nuestro idioma como la “casa del pillán” (espíritu poderoso). Un nombre ancestral, muy apropiado para el volcán Villarrica, el más activo de Chile, cuya cráter tiene una altura de 2.870 metros sobre el nivel del mar, con un pie en la región de la Araucanía y otro en la región de los Ríos, flanqueado por los lagos Villarrica y Calafquén, y que desde el domingo 24 de septiembre pasó de un estatus de alerta amarilla a naranja, por determinación del estatal Servicio Nacional de Geología y Minería (Sernageomin)
La alerta significó aumentar la zona de exclusión en torno al cráter desde 500 metros a 8 kilómetros y la evacuación de las cerca de 30 familias que residen en esa zona. Además, en las comunas de Pucón y Villarrica se suspendieron las clases presenciales hasta el miércoles y el Sernageomin está realizando reportes diarios sobre la actividad del volcán, que tuvo una erupción en 2015.
Hasta ahora, en los tres primeros días de alerta naranja los registros indican actividad interna, sismos de baja intensidad, ha arrojado cenizas en los alrededores del cráter y el martes se escucharon explosiones y observaron fumarolas rojizas.
Vigilancia estrecha
Álvaro Amigo, Jefe de la Red de Vigilancia Volcánica del Sernageomin, dijo que han notado alzas y descensos notables de energía dentro del volcán creyendo que algo se puede estar moviendo o formando dentro, que puede contener mucho gas.
Sin embargo, no existe certeza ni es posible hacer predicciones sobre lo que puede ocurrir. José Tarrío, académico de la académico de la Universidad de Santiago (Usach) explicó a Cooler que el Sernageomin “monitorea con sismógrafos, eso ve como se mueve la parte superior viendo si hay inyección de magma del volcán y después hay cuatro equipos GPS que hacen una cruz en la falda del volcán. Si hay una erupción se inyecta magma y esos vectores se abren”.
Agregó que hay otros dos tipos de monitoreos que se realizan: “Geoquímico y de sonido. El geoquímico para ver si salen gases de la caldera. El de sonido analiza el ruido al interior. Es importante”.
Desde Villarrica, Juan Pedro Peña, de comunicaciones de la alcaldía de la ciudad, hizo un breve balance de cómo ha está la situación. “El último informe de Sernageomin, de la ciudad de Villarrica, dice que hay incandescencia de noche, es decir, no se ha podido ver en la caldera. Hace mucho frio como dato climático y en apariencia (el volcán) todo tranquilo, solamente fumarola e incandescencia”
Además, agregó sobre la coordinación de ciudades “Todos dentro de la municipalidad han estado coordinados para la zona naranja de 8 kilómetros entre el alcalde de Villarrica y también Carlos Barra, alcalde de Pucón, aunque la gente no se muestra muy motivada a moverse de sus hogares”,
Para finalizar Peña dijo “Es una situación donde en la ciudad y más cercanos hay tranquilidad y normalidad hasta ahora muy controlado, y esto viene siendo un comportamiento irregular para lo que viene siendo el volcán”.
Desde el Hotel El Ciervo de Villarrica, Francisca Bravo informó que la actividad hotelera bajó considerablemente, lo que contrasta con el ambiente de normalidad que se advierte en la ciudad.
En su informe del martes, el Sernageomin sacó un nuevo informe respecto al Villarrica, donde dice que “Se ha observado una ligera tendencia a la disminución de la energía sísmica continua, sin embargo, aun continua en valores altos considerados para este volcán”.
Historial violento
Los historias de erupciones violentas del Villarrica se remontan a la tradición oral mapuche y al período de colonización española. Durante el siglo pasado, la más violenta ocurrió en 1948, cuando los lahares hicieron subir el nivel del lago Villarrica un metro, interrumpieron el camino entre Pucón y Villarrica, destruyeron el centro de esquí y dejaron 23 muertos y 31 personas desaparecidas.
En 1964, un lahar que provocó una nueva erupción destruyó el 50% del pueblo de Coñaripe, situado en el lago Calafquén, dejando 22 víctimas, y en 1971, otro lahar de diez metros de altura y 200 metros de ancho, que bajó en la misma dirección, dejó 15 muertos y 15 desaparecidos.
En todo caso, el académico José Tarrío da algo de tranquilidad en caso de que haya una erupción, por el mejor instrumental científico que existe para detectar el peligro. “SI fuese a haber una erupción, los equipos lo van a detectar, no es como un terremoto: aquí hay opción de que la detección de erupción sea con más tiempo”.