El sentido del arte para Catalina Aspillaga

Mujer, madre de familia y emprendedora. Conversamos con Catalina, una artista innata de la quinta región que hace unos años creó “La Casita”, una construcción de madera ubicada en Los Pinos, donde realiza distintos talleres para todo aquel que se interese: mamás, niños, adultos mayores, etc. Hoy en día existe una comunidad y cada día crece más.

La Casita antiguamente fue una cafetería y chocolatería de los padres de Catalina, que está ubicada en el patio delantero de su casa. Hoy es el lugar físico donde se realizan talleres de técnicas de acuarela, costura básica, bordado, tejido, entre otros. Este lugar evidentemente cambió su público, sin embargo sigue reuniendo personas. 

Además de enseñar arte, también hay clases de Coherencia y presencia, que trata principalmente sobre aprender los fenómenos de la comunicación, entre ellos el lenguaje, las emociones, la corporalidad. 

–       La casita para mí en estos minutos está siendo un concepto, más que un lugar. Ya llevamos un rato trabajando en: “cuidar a la cuidadora”, bajo esa premisa va todo lo que estamos haciendo en La Casita. Esto tiene que ver con nosotras, con las mujeres, con las mamás de niños chicos, las que cuidamos a alguien, es que nos cuidemos a nosotras mismas. 

 Explica Catalina orgullosa de lo que se ha generado, asegurando que mediante el arte las mujeres salen de su rutina, se dedican tiempo a ellas mismas: “este concepto nos llega a todas las mujeres que en algún momento nos hemos abandonado un poco, ya que tendemos a cuidar al resto y nosotras quedamos sin cuidado”. 

–       Lo que más me gusta de mi trabajo es cuando veo que empiezan a empoderarse, las mamás, las cuidadoras, las mujeres que van, los niños. A veces cuando llegan dicen que no son buenos o no les gusta mucho, pero con el paso del tiempo, se empiezan a enamorar del proceso, se empiezan a sentir orgullosas,  a tener más confianza. 

Mamá a tiempo completo 

Catalina y su marido vivieron en Lima durante un par de años, regresó al país con el nacimiento de su primer hijo. En Chile emprendió con un negocio de cocina y según comentó, durante esa época estaban muy de moda los talleres de arte y manualidades, pero se realizaban en Santiago. 

–       Como tenía hijos chicos y estaba emprendiendo, no tenía ni tiempo, ni plata, para viajar a tomar esos talleres, entonces se me ocurrió empezar a traer a las profesoras a La Casita. Yo buscaba a las profesoras de los talleres que  quería hacer y organizaba un grupo para poder traerlas y así ser varias que participariamos del taller, sin tener que ir todas a Santiago. Así también me servía para congeniar los tiempos con mis niños. 

Es por esta razón además que menciona que es un trabajo que puede congeniar con sus hijos, organiza los tiempos y ellos también la acompañan: “ellos también participan de los talleres, hacen las tareas del colegio aquí, hacen amigos. Ellos son parte de La Casita, pasan su tiempo aquí”. 

Es una labor que requiere de harta atención, siempre hay gente nueva que quiere participar de los talleres, además dentro de La Casita hay una tienda donde Catalina vende materiales para distintas superficies, técnicas, etc. Sin embargo, asegura que está feliz: “Siempre he vivido de lo que amo, no sé vivir de otra cosa. Nunca he trabajado en algo que no sea algo que haga yo misma y que me apasiona profundamente. He intentado buscar otros trabajos por temas económicos y siempre termino haciendo algo que me mueva y apasione y que me encante”. 

Pandemia: de lo malo algo bueno

El confinamiento sin duda generó algún malestar en los emprendedores, los que tuvieron que reinventarse. Para Catalina, esto generó algo positivo, si bien tuvo que recurrir a la manera online para sus talleres, se dio cuenta de lo que La Casita transmite a las personas. 

Encontró el verdadero sentido del arte que enseña. Según comentó “Ha sido mágico descubrir que era una herramienta que me servía para salir de malos momentos”, asegurando que cuando estaba triste pintaba o arreglaba algo y lo que al final comenzó siendo malo, terminó en algo bueno. 

–       Con la pandemia descubrí que esto era una herramienta y le sentí y dí el valor, porque nunca me había dado cuenta de lo que esto significa. Hoy es un tremendo valor para mi, que me gusta compartir y que estoy tremendamente orgullosa.

Enseñar: buscar el sello propio

El plagio, sin duda, es algo que aterra a quienes comienzan emprendiendo y se puede asumir que aquellos que están enseñando pueden tener mayor miedo, ya que, en simples palabras están entregando sus conocimientos. 

Catalina nos comentó que evidentemente fue una de sus preocupaciones al comenzar por este camino, sin embargo logró generar un cambio de mentalidad y comprender lo que esto significaba: “vas madurando y te das cuenta que en los talleres además de enseñar entregas otros valores, por ejemplo el de empoderarse a través del arte. Sentí que estaba mucho más allá de lo que se enseña como técnica, que la técnica es un instrumento y una herramienta para llegar al resultado que yo espero”. 

Además añadió que durante sus clases siempre incentiva a sus alumnos a que todos tengan una identidad, que tengan sus diseños y sus propios gustos. Que sean distintos y que busquen su sello. 

¿Cuáles son los planes para el futuro? 

–       Llegar a más gente. Que La Casita sea un concepto y que esto se vaya replicando en varias partes: ir a otras regiones a hacer talleres, ir a casas, poder ir a empresas, que cada vez seamos más profesoras y podamos llegar a más personas.