En 1998 se lanzó la película The Truman Show. La historia de un hombre cuya vida completa era una ficción televisiva. Le hicieron creer que no había nada más allá de los muros de Seaheaven, su ciudad. Desde hace un par de semanas, un grupo de políticos, académicas e influyentes boutique han creado su propio mundo ficticio en torno a la Convención Constitucional.
Temen a una Constitución poco democrática. Una «de vencedores sobre vencidos», que excluye a la derecha y que, hasta ahora, no parece ser «la casa de todos». Han utilizado todos sus recursos y maquinarias mediáticas para desprestigiar a quienes escriben el borrador de la nueva Constitución, con apariciones catastrofistas en la prensa y declarándose en «alerta máxima». Dicen que no se trata solo de un innegable problema comunicacional, sino que de un problema político mayor, que fraccionará al país y lo llevará a sus tiempos más oscuros.
La realidad es que, a la semana pasada, con 271 artículos aprobados, fueron respaldados en promedio por el 79% de los constituyentes, 121 de 154. Es decir, casi 8 de cada 10 convencionales lograron ponerse de acuerdo. Lo más parecido a la democracia.
La realidad es que el plebiscito que abrió este proceso, con paridad de género, escaños reservados para pueblos originarios e igualdad para independientes hizo que Chile escalara en índices de Democracia de la prestigiosa revista The Economist.
La realidad es que, como investigó CIPER, existe una campaña del terror contra la convención, llena de bots y mensajes pagados por quienes quieren mantener todo igual. Según la ONG Derechos Digitales, más de la mitad de quienes se informan por redes sociales de la Convención han recibido información falsa.
Es que pareciera que el problema comunicacional se convirtió en el problema político. Muchos han pisado el tramposo palito, incluido el presidente Gabriel Boric. Ante el texto final, por supuesto que pueden -y deben- existir legítimas diferencias, pero ello no significa que el proceso esté contaminado, como se ha intentado instalar. En The Truman Show, el protagonista finalmente se da cuenta del engaño y decide salir del set de televisión a encontrarse con el mundo real. Algo así necesitamos. Desconfiar de la burbuja mediática enguatada de tuits grandilocuentes y evaluar este proceso con altura de miras. Para ver la realidad y no la que nos quieren hacer creer.