Por Benjamín Carrasco
Se abren las puertas del castillo, aparece el nuevo coronado y este saluda al pueblo: ha empezado la coronación de un nuevo rey. El líder no es otro más que Christopher Álvarez, quien ya había gobernado el reino anteriormente y puesto a Chile en el mapa global con su plan de reinado llamado Una Noche en Medellín, pero dejando la corona tiempo después. El mandatario, aunque con miedo, se dirige a su gente una vez más: “Mami te siento lejos, dime donde estai´”. El público ovaciona, ¿pero por cuanto tiempo más lo harán antes de aburrirse de nuevo?
Cris MJ logró posicionarse en el top 10 de los artistas hispanohablantes más escuchados del mundo, específicamente en el puesto 9 según las estadísticas de Spotify y gracias a su nuevo hit Gata Only. Un puesto que ya había alcanzado anteriormente con su tema Una Noche en Medellín y solo ha sido compartido con Polima Westcoast, autor de Ultra Solo. Pero al igual que estas canciones y sus cantantes estuvieron un tiempo en el podio antes de ser destronados, también puede pasarle lo mismo ahora a “el más que suena” con Gata Only, por segunda vez. Y lo más probable es que esto pase.
Y es que en Chile, un país donde el género urbano logró su fuerte posicionamiento internacional hace no mucho tiempo, cuesta decir quién es el máximo exponente nacional; quien es el rey o reina de Chile. Cada uno ha tenido sus reinados, como Young Cister con La terapia, Paloma Mami con No te enamores o más recientemente, y antes de que Cris MJ recuperara el trono, Kidd Voodoo con Enrolar, pero ninguno ha aguantado lo suficiente como para que el público los exponga como sus referentes a nivel global.
Si esto pasase así en todos los países, no sería tema. Pero el problema recae ahí, en que solo ocurre en nuestra nación. Si hablamos del género urbano afuera, los nombres salen solos. En Puerto Rico está Bad Bunny, en Colombia está Karol G, en México está Peso Pluma y en Argentina está Bizarrap. Todos ellos son autores que han llevado sus canciones a lugares donde el reggaetón y el trap no se escuchan, como Estados Unidos o Francia y, a diferencia de los chilenos, si se mantienen en su trono por largos reinados. Los estadounidenses no tienen idea de lo que dicen los corridos tumbados de Peso Pluma, y aun así son canciones que incluyen en sus playlist y el “conejo malo” puede sacar un bodrio de canción y aun así llegar al top global.
Algo parecido de lo de Chile sucede en España, donde el trono ha sido abandonado seguidamente por los artistas para “buscar su paz”, como si estar en esa posición fuese más un calvario que una bendición.
La Rosalía fue una de las primeras en poner la bandera española en los charts de Spotify y en posiciones altas, compartiendo temas con The Weeknd en La fama y otros reyes urbanos como Bad Bunny con La noche de anoche. Pero de la nada, como si de un truco de magia se tratara, desapareció de la música y empezó su relación con Jeremy Allen White, actor de los Estados Unidos.
El trono fue tomado entonces por Quevedo, artista emergente de las Islas Canarias que, con su colaboración con Bizarrap llamada coloquialmente como Quédate, puso a su península en el mapa. Y cuando estaba en el mejor momento de su carrera, decidió sacar LA ÚLTIMA, donde anunciaba que se retiraba para “tomarse unas vacaciones”.
Ahora, Saiko es la nueva gallina de los huevos de oro, quien ha logrado poner canciones de su último álbum de estudio Sakura en diferentes tops por país, acerando el camino para su peak como artista, solo para anunciar, días después, que se tomara su vida musical con más calma de ahora en adelante, como unas minivacaciones. El trono, nuevamente, quedara libre para quien tenga la valentía de sentarse en él.
Y si bien es parecida su situación con Chile, parece ser que el problema del país latino no son los artistas, sino el público. A diferencia de los ibéricos, los chilenos buscan aprovechar el boom de sus carreras para crear nuevos hits y colaboraciones con más artistas, como lo hizo Polima después de lanzar Ultra solo con Pailita, llegando a colaborar con exponentes internacionales urbanos como J Balvin, Feid y Mora. Y si bien ninguna canción resulta ser desagradable, los chilenos nos cansamos de escuchar una y otra vez al mismo cantante y buscamos a otro a quien regalarle el trono, porque no tenemos una tradición musical.
El caso de “el más que suena” llama la atención porque, si bien tiene hits mundiales, sus visitas son simplemente números, porque su poder de influencia y movimiento parece ser nulo: “Claramente está en su mejor momento, pero en temas de convocatoria, si Cris MJ no pudo llenar ni el Movistar Arena hace un mes, no puede competir con artistas capaces de vender completamente dos estadios nacionales”, opina Adolfo Painian, productor musical bajo el seudónimo de “Pichihuentru”.
Afuera, en países como Argentina donde la parrilla de artistas es inmensa, es normal que un artista llene un concierto, porque el arte está impregnado en su cultura. El apoyo del público a los cantantes es hasta la muerte, y en Chile eso no puede replicarse porque, además de no tener una tradición musical, “somos unos copiones, podemos sacar todo de otro país para generar contenido, pero nunca podremos copiarles su identidad”, opina Luis Cheul, músico.
Los chilenos somos buenos para encontrar oro en forma de canciones virales y diversificarlas en redes sociales, reconociendo a los artistas como reyes, pero solo hasta que nos aburramos o sintamos que queremos escuchar algo más, porque no estamos acostumbrados al arte de la música. Tenemos una clara falta de identidad y apoyo hacia los cantantes, porque eso es imposible de copiárselo a otro país, convirtiéndonos así en un público chaquetero, capaz de ovacionar al rey de turno solo para dejarlo en el olvido meses después.