Llegó a Chile en 2014 junto a su familia, con la esperanza de poder tener un mejor futuro para ella y sus dos hermanas menores que dejó en Haití.
Por: Valentina López y Ayline Núñez
Todas las mañanas, Micaela se levanta para emprender su camino desde Estación Central hasta Avenida Nueva Providencia. Junto a su carrito lleno de ropa interior y su paño color crema con cuadrados naranjos se ubica sobre la acera caliente para poder ganar dinero para sobrevivir el día.
Con sus zapatillas grises, una falda que parece un mantel floreado y su chaleco con rayas verdes que no combina con lo demás, busca un puesto transcurrido. En los días soleados lo acompaña su gorro blanco.
“Al principio empezó todo muy bien, me recibieron muy amablemente y comencé a trabajar en una panadería. Pero a los seis meses me di cuenta que me estaban descontando una parte de mi sueldo para pagar la AFP”, dijo Micaela. Impresionada por este hecho y sin saber la razón de esto, fue a las oficinas de la AFP a pedir más información. Mientras estaba sentada frente al mesón de la ejecutiva, esta le dijo que no estaba ingresada en el sistema. En ese momento, sintió mucha rabia y que le estaban robando en su trabajo.
Al día siguiente, Micaela fue con su empleadora para exigir que la ingresaran el sistema de AFP, o en su defecto que le devolvieran el dinero que le debían. A lo que le respondieron que recién en un año la iban a registrar, pero que de igual manera le iban a seguir descontando el 10% todos los meses.
Ante esta respuesta, ella volvió a preguntar a las oficinas de la AFP, a lo que le dijeron que esto no funcionaba así y que le habían mentido. Con la sensación de ser engañada por quienes le daban trabajo, decidió renunciar. Sus empleadores le dijeron que no le iban a devolver el dinero y a los pocos días le quitaron la visa.
Luego de eso, pasó por varios trabajos, pero siempre era la misma rutina, llegaba y la trataban bien: pero al poco tiempo la engañaban y se aprovechaban de que era extranjera y no podía reclamar.
Después de seis años, a muchos engaños por parte de sus empleadores, se le sumaba la pandemia y los problemas económicos por la falta de oportunidades. Micaela no solo debía mantenerse a sí misma, sino que también tenía la responsabilidad de mandar dinero para sus hermanas que viven en Haití. Para asegurar la protección de ellas, necesitaba pagarle a una persona que las cuidara, ya que su madre había muerto hace algunos años dejándola como jefa del hogar.
«La pieza donde yo vivo sube todos los año. Al principio era 150 mil, y ahora vale 200 mil. Entonces de lo que yo gano, de 350 mil de un empleo, no me alcanza para pagar 200 mil de una pieza, 100 mil de la comida y las necesidades básicas. Un día dije voy a intentar vender algo en la calle. Así que empecé a comprar una docena de calzones y calcetines para venderlos. Al poco tiempo empecé a pagar de a poco los seis meses de arriendo que debía. Ahí me di cuenta que trabajar con una persona que no me hace contrato y no me paga AFP, no vale la pena, por eso es mejor vender en la calle”.
La cruzada en busca del «sueño americano«
En septiembre de 2021 se vieron noticias sobre la ruta de miles de ciudadanos haitianos que decidieron cruzar toda América Latina para llegar a Estados Unidos. Esta historia impactante Micaela la vivió de cerca. Por la difícil vida que llevan los extranjeros en Chile, soportando discriminación y malos tratos, muchos se ven en la obligación de emigrar. Entre los miles de personas que escogieron caminar hacia un nuevo futuro, estaban los familiares de ella. Este viaje duró cerca de un mes y medio caminando desde Chile, pasando por Perú, Ecuador , Colombia y Panamá.
“Yo como mujer no iba a tomar las calles, cruzar Perú, Bolivia, Colombia etc. No sé cuánto hombre ahí me podría abusar sexualmente recorriendo esos caminos a Estados Unidos. Prefiero aguantar un poco más de tiempo y cuando llegue el momento dejar Chile”.
Micaela cuenta el por qué no se ha ido, con un miedo que le deforma su rostro. El temor a ser violada en el camino y que nadie la pueda ayudar es su mayor impedimento. Ella no se quiere arriesgar a pasar por ese trauma psicológico que le provocaría esa tierra de nadie.
A pesar de todas estas malas experiencias que ha vivido desde que pisó Chile, Micaela le sigue sonriendo a la vida con mucha esperanza debido a su fe en Dios. Ella tiene la convicción de que todo lo que le ha ocurrido es por decisiones divinas, está segura de que Dios la protege y que próximamente la ayudará a irse de Chile
Como vendedora ambulante, muchos creen que le tiene una fuerte desconfianza y rabia a Carabineros, debido a que se interponen en su trabajo. Sin embargo, para ella, esta institución le asegura una protección en un territorio sin dueños. “Yo antes vendía por el Costanera. Había una chilena que me decía “oye usted se va a tener que salir de aquí, sino sales, voy a ir a buscar a mi grupo, que son como cinco o seis, y te vamos a echar”. El grupo de verdad me amenazaba y como yo no vengo a buscar problema en Chile, recogí mi toalla y me fui de ahí», relató Micaela. Al tiempo después de lo sucedido, a ella le cuentan que esas personas se habían acuchillado .
Sin importar el clima, Micaela siempre se encontraba a la salida del Metro Tobalaba esperando que llegara un cliente. Aunque muchas personas la consideran invisible, es una joven de 30 años, que pese a su corta edad ha vivido discriminación, tristezas, preocupaciones y problemas. Situaciones que demuestran sus treinta vidas.