Lo que calla el estero: la resistencia del Marga Marga

Durante los meses más fríos del año, mientras las lluvias amenazan con desbordes e inundaciones en distintas zonas del gran Valparaíso, otro peligro menos visible recorre las corrientes. Retroexcavadoras CAT de hasta 90 toneladas ingresan con el argumento de protección y limpieza en caudales que figuran como humedales urbanos y arrasan con la vegetación, sedimentos, fauna y todo lo que encuentran a su paso.

Uno de los focos más conflictivos de estas “limpiezas de invierno” es el Estero Quilpué, reconocido en agosto de 2021 por el Ministerio del Medio Ambiente como humedal urbano. Pese a este estatus, las intervenciones persisten. Entidades estatales, municipios, empresas contratistas y organizaciones de la sociedad civil se enfrentan hoy por el destino de este ecosistema y hábitat de especies vulnerables como la rana chilena (Calyptocephalella gayi), el sapito de cuatro ojos (Pleurodema thaul) y la lagartija tenue (Liolaemus tenuis).

“Entendemos que los esteros traen mucha basura por intervención humana, pero han sido vulnerados con maquinaria pesada en el mismo cauce, retirando todo a su paso y aplastando infinidad de especies”, denuncia Daniela Wikee, fundadora de Restauración Estero Belloto Norte, organización ciudadana que trabaja en la reparación ecológica del sector. 

“Sin ir más lejos, existe el caso del estero de Quilpué, al lado de la estación Belloto, donde retiraron una montaña de vegetación del caudal, porque el paso de bajo nivel se inunda todos los años y se inundó igual a pesar de los trabajos. No van hacia la raíz de los problemas, solo implementan soluciones parches y agresivas en contra del ecosistema”, sentenció Wikee.

¿Emergencia o ecocidio?

Desde las municipalidades involucradas, el argumento central ha sido la prevención. Según explicó Pamela Boltei, periodista de la Municipalidad de Villa Alemana, “la comunidad solicitó el despeje del área por miedo a desbordes”. Agrega: “Sólo después del rescate de anfibios protegidos comenzaron los trabajos”.

El mismo discurso se repite desde la Empresa de Ferrocarriles del Estado (EFE), responsable de las obras del estero de la estación de metro El Belloto: “Retiramos cerca de 200 metros cúbicos de basura que obstruían el cauce. Son colchones, electrodomésticos y enseres domésticos que ponen en riesgo a todos”, señalan en su comunicado oficial del pasado 6 de abril.

Sin embargo, las organizaciones locales, vecinos y expertos cuestionan la proporcionalidad y enfoque de estas intervenciones.

“Los planes de contención de caudales y limpieza invernal tienen impactos severos si no se gestionan bien. No basta con retirar la basura, porque al remover vegetación y alterar los sedimentos se dañan hábitats esenciales, se fragmenta el ecosistema y se comprometen servicios como la regulación hídrica y la calidad del agua”, explica la doctora en ciencias e investigadora en cambio socioecológico y monitor de biodiversidad María Paz Acuña.

Ella subraya que la intervención con maquinaria pesada compacta el suelo, destruye flora ribereña e interrumpe la conectividad ecológica de especies como aves, mariposas e insectos polinizadores. “El daño no solo es inmediato, sino acumulativo. Y muchas veces irreversible”, explica.

Entre denuncias y contraposiciones

Frente al avance de estas obras, vecinos de la zona y organizaciones ambientales como Restauración Estero Belloto Norte, Villa Alemana por el Medio Ambiente y Zona Norte de Quilpué —junto a un grupo de abogados financiados mediante colectas— presentaron un recurso de protección contra la empresa SEINCO y la Dirección de Obras Hidráulicas (DOH) el pasado 14 de mayo por las trabajos que se están ejecutando, específicamente, entre los puentes de calle Aranda y Progreso (cauce protegido por la Ley de Humedales). 

Acusan que hay daño ambiental en sectores del estero donde se detectaron altas poblaciones de rana chilena, alertando también que se removió no solo vegetación nativa, sino también sedimentos cruciales para la biodiversidad local. Ante esto, el 26 de junio la Corte de Apelaciones de Valparaíso indicó que el Servicio de Evaluación Ambiental (SEA) debe informar si el proyecto “Conservación de cauces naturales de la provincia del Marga Marga” debe ser sometido al sistema de evaluación ambiental según la Ley N° 19.300, que establece el marco general para la protección del medio ambiente en Chile.

Previo a esto, la DOH junto a su empresa subcontratada (SEINCO), indicaron en instancias “participativas” de exposición del plan de ejecución del proyecto en cuestión  —ante el emplazamiento de organizaciones medioambientales— que no requerían un estudio de impacto ambiental, dado que contaban con un Decreto MOP (Supremo) que les permitía dar inicio a las obras dado el contexto de “emergencia ambiental”, sin necesidad de consultar la Ley de Humedales.

Cabe destacar que SEINCO, frecuentemente contratada por el Ministerio de Obras Públicas (MOP), ha sido cuestionada anteriormente por vecinos y organizaciones ciudadanas debido a la envergadura e impacto de sus trabajos en los esteros de Reñaca (humedal urbano), Limonares y Petorca.

La preocupación también escaló a nivel político. El diputado Diego Ibáñez (Frente Amplio), la CORE María Elena Rubilar y los concejales Francisco Villegas y Paula Castro oficiaron al SAG, CONAF, la Superintendencia de Medio Ambiente (SMA) y al Ministerio de Bienes Nacionales para exigir fiscalización y sanciones por las intervenciones.

“Lo que está pasando en Quilpué es grave. No se puede justificar con la palabra ‘prevención’ una acción que destruye el único humedal urbano reconocido de la comuna. Es un atentado a la biodiversidad”, declaró Ibáñez en la prensa local en abril.

Desde el municipio de Quilpué, sin embargo, esgrimen una versión distinta. La encargada de comunicaciones, Cristal Ovando, plantea que “no se ha intervenido el humedal” y agrega que “las labores corresponden a limpieza fuera del área protegida” en referencia a lo ocurrido con el estero de estación El Belloto. 

Su afirmación contrasta con los testimonios de vecinos y activistas, como el de Francisco de la organización Villa Alemana por el Medio Ambiente, quien sostiene que las obras sí se realizaron en zonas sensibles y con especies bajo amenaza. “En muchos tramos del estero ha pasado que llega la municipalidad, pasa máquina, dejan todo pelado y no importa nada porque ese no es un cauce para ellos, es agua nomás y se refugian en que no es reconocido como nada”, alertó.

Por su parte, la SEREMI de Medio Ambiente de Valparaíso, tras ser consultada sobre el conflicto, decidió no referirse al tema hasta esperar el pronunciamiento del SEA respecto al proyecto en cuestión (“Contención de Cauces Naturales”).

¿Existen otras formas?

A juicio de los expertos, sí. Y muchas.

“La restauración ecológica permite reducir riesgos de inundación sin destruir la vida que habita estos espacios. Se puede trabajar con barreras vegetales, control de especies exóticas, reforestación con nativas y gestión comunitaria. Pero eso requiere voluntad política y técnica”, sostiene Acuña.

La ciudadanía también puede jugar un rol clave. Desde jornadas de limpieza no invasiva hasta el monitoreo participativo de biodiversidad, como se ha hecho con el catastro colectivo alojado en la plataforma iNaturalist, donde cientos de vecinos han documentado especies presentes tanto en el humedal como a lo largo de todo el estero.

La investigadora es enfática:

“Para subsanar el daño provocado, se deben aplicar medidas como la remoción de especies invasoras, la replantación de vegetación nativa y la rehabilitación de los flujos hídricos. Al mismo tiempo, la reducción de la contaminación difusa (aquella que se genera en el medio acuático por medio de contaminantes sin un punto de origen determinado) y el manejo adecuado de los caudales son esenciales para restaurar procesos ecológicos como la regulación del ciclo hidrológico y la mejora de la capacidad de filtrado de agua”.

El reto del equilibrio

Mientras la institucionalidad debate entre la prevención de riesgos y la defensa del medio ambiente, las retroexcavadoras siguen entrando a los cauces. La fauna y flora silvestre, muchas veces invisible para aquellos detrás del escritorio, es la que paga el costo.

Restaurar un estero no es solo remover basura o evitar una inundación. Es decidir qué tipo de ciudad se quiere construir: una que borra sus ríos, o una que los integra como parte viva del territorio.

Quizás este invierno se pase con menos desbordes del Marga Marga, a la espera, por cierto, de lo que ocurrirá con el polémico recurso de protección y en plena actualización del Plan Regulador de la zona, el mismo que tiene a vecinos y organizaciones muy “ojo al charqui”. Pero si la tendencia continúa así, en una provincia que ha sido declarada zona de escasez hídrica por el MOP en reiteradas ocasiones, será la biodiversidad —y no el agua— la que desaparezca primero.