Por: Matilde García
—¿Qué es correr para ti?
—Vida. Para mí, correr es vida.
Olga Cristina Antilef Aros, o Abu, como le dicen sus cercanos, había comenzado su mañana mucho antes que yo. “Fui a entrenar, hice mis ejercicios, almorcé y por ahí estaba trabajando en algunas cosillas que tengo”, me dice, como si nada, cuando le pregunto qué tal su mañana. A pesar de haberse retirado de su labor como contadora, Olga dice que algunos de sus clientes se negaban a dejarla ir, por lo que decidió seguir con ellos por su cuenta. “Me entretengo, mantiene mi miente conectada con los números”.
—Antes de correr sin querer corría —asegura Olga con una risa contagiosa—. Cuando salía con mis amigos me iba a las montañas, hacíamos carreras. Éramos felices.
Ella nació en Puerto Montt, rodeada de montañas y naturaleza. Cuando terminó el colegio partió a Santiago a estudiar en la UTEM. Después se fue a Buin, en busca de un lugar más rural. Confiesa que no le gusta nada Santiago. “A mi hija le encanta, me dice que tiene todo cerca, pero yo no lo entiendo”. Un día su hija le preguntó por sus planes a futuro. “Quiero irme a vivir al sur de nuevo”, pensó. “Me gustó Villarrica. Vendí todo y me vine y aquí estoy y aquí pienso dejar mis huesitos”.
Olga adoptó el running cuando tenía 57 años. Recuerda su primera carrera como si hubiese sido hoy: cerro Rauco, Curicó, 2015. Los organizadores la inscribieron por error en los 15k en vez de los 3k que se había propuesto como meta. Ese día no pudo finalizar la carrera. “Pero yo estaba feliz, estaba feliz”. Desde entonces, cual Forrest Gump femenina, no se detuvo más. 30k en Huilo Huilo, 35k en Cochrane, 30k en Alto del Carmen, son algunas de sus competencias.
—Voy a cumplir 10 años corriendo —revela. Aunque pronto cumplirá 68 años o 68 primaveras, como le gusta decir, Olga transmite una energía de otro mundo, que ha esparcido por todo Chile—. Me conoce mucha gente. Ya lo he hecho todo. Cuando comencé en 2015 me integré a un grupo de niñas que se llamaban las Top Runners, todas mujeres, pero yo quería hacer carreras de cerro y ellas eran más de calle, así que el año siguiente me integré al Kaizen Team. Nuestro coach era Cristian Valencia Pizarro, que es la voz del trail.
“Después fui a correr a Perú, agrandá total. Me fui a correr 30 kilómetros en Andes Race, a 4.500 metros de altura, y me repetí el plato el año siguiente. Siguieron Uruguay, Argentina y Brasil en su trayectoria.
—Me encanta, me encanta que me digan Abu —responde Olga. De cierta manera, convertirse en Abu fue lo que la impulsó a correr.
Relata: “Mi hija vive en el extranjero. Un día me contaron que yo iba a ser abuelita. Después de ocho años de casados me trajeron la noticia que yo tanto quería. Mi cabecita empezó a trabajar y pensé tengo que hacer algo para mantenerme activa, mantenerme bien de la salud y como siempre me ha gustado el deporte, fue fácil decidir”.
Durante su infancia, en vez de ir con ella al circo o al cine, el papá de Olga la llevaba al volcán Osorno a hacer trekking. “Fui boy scout, fui rutera. Siempre he estado conectada con la naturaleza, siempre. Entonces esta cosa viene de antes”.
Cuando Olga decidió que correr iba a ser su nuevo hobby, no todos se lo tomaron muy bien. En ese tiempo Olga tenía 57 años y una que otra herencia, como las llama ella: “En la pierna izquierda tengo varices, herencia de mi padre y cataratas en mis ojitos que es herencia de mi madre”. Aun así, se considera sana. Sin embargo, en un comienzo su familia mostró preocupación por su edad. “Mis hermanas me decían que como podía con la edad que tenía, que me podía pasar algo. Como soy la del medio, me trataban de cuidar”, cuenta.
Su hija tampoco estaba emocionada con la idea, especialmente cuando Olga comenzó a participar en carreras regularmente. “Ellos nunca van a verme en una carrera, mi hija se moriría si algo me pasa”, explica. También tiene una arritmia cardiaca. Su médico le dijo que no era un impedimento para correr, pero que nunca podría ser tan rápida como otros.
“Yo soy la más lenta de los 60 para arriba, pero disfruto el trayecto”. Si bien la velocidad no es su fuerte, Olga asegura que con su resistencia podría correr todo un día y toda una noche.
—La cosecha que yo he obtenido es por las semillas que he plantado. Si voy a una carrera la hago a mi ritmo pero siempre llegando al corte de tiempo. Voy dejando huella, en las carreras, en los corredores, en las organizaciones que a esta altura ya me invitan. Soy de esas abuelas que traspasan los extremos.
Hoy Olga no viaja tanto como antes. Con el pasar de los años, Villarrica comenzó a organizar más y más carreras y ella armó su propio grupo de entrenamiento. “Tengo dos amigas que las estoy entrenando con lo que yo aprendí de mi entrenador. En la mañana nos juntamos a las 7:30 en mi casa y hacemos entrenamiento funcional. De ahí nos vamos trotando hasta la Costanera y luego vamos a senderear. Cuando llegamos de entrenar están felices”.
Cuenta:
—Tú trabajas mucho la mente en estas cosas. Te cansas las piernas, te agotas, hechas algunos garabatos, pero yo no compito. No compito con nadie más que conmigo misma.