Por Fernando Ríos Ramírez
107 años pasaron desde que Chile no anotó ningún gol en la fase de grupos de Copa América. 20 años pasaron desde que la selección no superó esa etapa.
La presentación de la Roja en Copa América se reduce a una sola palabra: vergüenza. No por el desempeño mismo, sino por un conjunto de “condicionantes”.
Chile quedó eliminado por tres razones: su mal planteamiento táctico bajo presión, la falta de actitud de algunos y el deficiente desempeño arbitral. Eso explica la eliminación.
Ganar la Copa América era una utopía. Una ilusión que fabricaron hinchas y medios. “La tercera es inevitable” se transformó casi en una consigna que tomó fuerza de la nada, como si tres amistosos nos situaran en la elite del fútbol.
Ricardo Gareca fue explícito sobre el objetivo principal: vino para clasificar al Mundial, no para ganar la Copa. Pese a la claridad de su objetivo, había esperanza de ver a la Selección en cuartos de final. Pero los partidos no resultaron cómo queríamos. Un juego timorato, tímido, con errores que recordaban la nefasta era de Berizzo, con nulo aporte de algunos como Pulgar, Vargas y, aunque duela, Alexis. Las sustituciones fueron confusas e incoherentes.
Crucificar a Gareca sería dispararse a los pies. Los cambios no ocurren de la noche a la mañana. Nos mal acostumbramos a ganar en dos años. La paciencia es mínima, y el fracaso más pequeño parece grande. A veces, el éxito es peligroso.
Faltó sangre en el campo. Antes, una manada vestida de rojo rodeaba al árbitro para presionar un cobro. En esta aventura por Estados Unidos, eso no se vio. Reclamos tibios, poca viveza para alegar. Los árbitros son humanos. La presión sobre ellos suele tener efecto, a menudo positivo.
Es inaceptable que un jugador recién ingresado trote en vez de correr. No puede haber tan poca disposición para bajar al rival en una contra, presionarlo, cerrarle los espacios, dar pases decentes. Hubo escasa voluntad de levantar el juego.
En el partido con Colombia la Roja sufrió la peor actuación arbitral desde Lucien Bouchardeau en 1998. Nadie puede explicar cómo Wilmar Roldán ni siquiera revisó el descarado codazo con que Bombito golpeó a Echeverría. Si la situación hubiese sido al revés, probablemente el mediocampista nacional habría sido expulsado sin apelación alguna.
Con la expulsión de Suazo surgen más dudas que certezas: ¿Qué criterio usó el juez de línea para asegurar que era tarjeta? Roldán le compró la decisión y no demoró en amonestar al chileno, cosa que sí ocurrió con los canadienses.
Ante Argentina fue parecido. De Paul pisoteó la canilla de Suazo, mientras Romero golpeó a Dávila en el área trasandina, y el VAR puso en escena imágenes que no permitían resolver si fue legítimo el gol de Lautaro Martínez.
“El arbitraje no es excusa, pero te calienta” dijo Alexis después de empatar con los canadienses. Tiene razón: un hombre menos cambia por completo el plan inicial de juego. Una expulsión de Bombito al minuto 4 habría modificado por completo el desarrollo del encuentro. Pero no, nos tocó a nosotros. “Hay situaciones que no cobraron”, sentenció Alexis.
Debió salir Claudio Bravo, que no estaba en la banca, a increpar a Roldán por el escandaloso primer tiempo. Más tarde, publicó en “X”: “Increíble que con la tecnología que existe al día de hoy en el fútbol te puedan cagar de esta manera, cuesta mucho entenderlo, imposible competir contra esto (…)”.
La situación caló en la ANFP. Pablo Milad envió una queja a Enrique Cáceres, presidente de la Comisión de Árbitros de la Conmebol, por los arbitrajes en los tres partidos de Chile, con foco en el de este sábado.
¿Es suficiente? ¿Qué hará Milad si no responden al reclamo? ¿Plantarse afuera de la sede en Luque para protestar? Desde que asumió el sillón presidencial de la ANFP solo ha sumado papelones que tienen al fútbol chileno como el hazmerreír del continente. El periodista José María del Pino puso en jaque a Milad con una pregunta sobre el peso de nuestro país en Conmebol: “¿Dónde está el respeto por Chile?” La respuesta es sencilla: no existe.
Hoy la hinchada comparte sólo un sentimiento. Pero no es una pena que duela, sino rabia e impotencia.
¿Tendrá la Conmebol rencor a Chile? ¿Por qué? ¿Por qué Jadue confesó ante la justicia en Estados Unidos la corrupción en este organismo, para reducir la condena que recaerá sobre él? No se sabe.
Don Eduardo Bonvallet dijo una vez: “Nosotros no hemos tenido la ayuda de nadie. Siempre hemos sido solitos, y solitos nos defendemos”. Quizá el Gurú tenía razón…