El ex director de la División de las Américas de Human Rights Watch conversó con Cooler sobre su visión política en Latinoamérica, un continente que en la actualidad todavía presenta problemas.
Por Valentina Sánchez.
José Miguel Vivanco ha dedicado su carrera a defender los Derechos Humanos y denunciar sus violaciones a nivel internacional. Estuvo en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos antes de ser director de la División para las Américas de Human Rights Watch por 30 años, hasta 2022. Actualmente, es profesor adjunto de Derecho en la Universidad de Georgetown y Johns Hopkins.
Durante su trayectoria ha tenido que reunirse cara a cara con diversos dirigentes autoritarios de Latinoamérica, como: Fidel Castro, en Cuba, para abogar por los presos políticos; Hugo Chaves, quien lo expulsó de Venezuela por (según Chaves) hacer el “trabajo sucio del imperio”; Álvaro Uribe, expresidente de Colombia; entre otros.
Luego del estallido social en Chile, Vivanco fue de los primeros en reconocer la crisis de formación que ha estado enfrentado la institución de Carabineros desde hace tiempo, cosa que se destacó durante las protestas, y que se ha hecho evidente en el último año en la lucha contra el crimen organizado.
«La tarea de Carabineros es doble. Una es frente al delito y la delincuencia, donde creo que hay que darles esas herramientas que no sean solo autos y armas».
En la Inauguración del año académico 2024 de la Universidad Adolfo Ibáñez, Vivanco habló sobre la importancia de la libertad de expresión como método de enfrentamiento a gobiernos autoritarios.
Expuso que la libertad de expresión se ha incorporado recientemente al sistema democrático (a nivel histórico), y por ello, es frágil y precaria, lo que la vuelve una de las primeras víctimas en un gobierno autoritario. Es fundamental para la convivencia pacífica de la sociedad, pues es necesario que en el debate público se compartan todo tipo de ideas, aun cuando sean impopulares o chocantes.
– ¿Cómo está la democracia de América Latina actualmente?
En América Latina el sistema democrático está pasando por una etapa muy difícil y en donde hay enormes riesgos. Y eso es, fundamentalmente, porque las grandes mayorías gradualmente han ido perdiendo su fe en el sistema y han llegado, creo, a la conclusión que todas las opciones políticas al final del día son similares.
Y a pesar de que la población hace uso al máximo de lo que llamamos la democracia electoral, o sea, esa posibilidad de premiar o castigar electoralmente a un gobierno, digamos, al final de su período, todos los hechos demuestran que la regla general es que terminan siendo elegidos los líderes de la oposición. Entonces se genera efectivamente una alternancia. A pesar de esa alternancia, en los hechos, especialmente en materia de servicios públicos que afectan a servicios de salud, educación, oportunidades laborales, movilidad social, seguridad, el desempeño de las democracias es, en general, yo diría, mediocre.
Y eso genera dudas frente al sistema y abre las posibilidades de que surjan líderes populistas que prometen alcanzar mejoras en estos ámbitos, sin necesariamente respetar el orden democrático y el Estado de derecho.
– Tomando en cuenta la reelección del presidente de El Salvador, ¿considera que está el país en riesgo de someterse a una dictadura o que se encuentra ya en ella?
No, yo creo que El Salvador hace ya un tiempo tiene un gobierno autoritario que controla todos los poderes públicos. Ahí no hay ninguna institución capaz de frenar abusos o proteger garantías constitucionales. Está todo bajo el control del gobierno actual. Y el gobierno, además, se ha encargado de politizar a la fuerza pública, a la policía y al ejército, lo cual es de enorme peligro para un país como El Salvador que ha vivido periodos de gran inestabilidad, como una guerra civil muy cruenta y que las fuerzas militares y policiales se abandericen con una opción política.
Creo que el éxito electoral de Bukele se explica, fundamentalmente, por la falta de una política eficaz durante décadas para controlar y combatir a las pandillas. Y eso se ha traducido en un apoyo popular enorme a este presidente que ofrece como opciones el encarcelamiento y la represión.
– ¿Cómo se puede lidiar con dictadores y las violaciones a los Derechos Humanos? ¿Con denuncias internacionales o de qué manera?
Es muy difícil lograr combatir con eficacia una dictadura si no hay una decisión auténtica e interna de la mayoría de la población por terminar con ese régimen. Si el régimen logra imponerse sobre la base del terror, y los ciudadanos están obviamente atemorizados, no tendrán la capacidad para denunciar ese régimen y tomar iniciativas de movilización pacífica para aislar al régimen. Si eso no ocurre a nivel interno, por muy fuerte que sean las sanciones o las medidas que se tomen a nivel internacional, yo creo que la historia demuestra que no es posible acabar con un régimen de ese tipo.
Y creo que la experiencia, por ejemplo, del caso de Nicaragua, que está sujeta a una cantidad enorme de sanciones y medidas de aislamiento, muestra la verdad de que, mientras los nicaragüenses no estén en condiciones de resistir democráticamente a esa dictadura, o los venezolanos, nada va a cambiar en esos países. Yo soy muy escéptico de que las condiciones puedan mejorar solo como resultado de la presión internacional.
– Entrando en un tema más nacional, ¿sigue considerando que Carabineros está mal preparado en asuntos de Derechos Humanos? ¿Ha visto algún cambio desde el estallido social?
Yo creo que los Carabineros en Chile son una institución, por supuesto, muy valorada por la gran mayoría del país, pero que no tienen las capacidades necesarias para combatir con eficacia el delito y la delincuencia.
Esto es porque la tarea de Carabineros es doble. Una es frente al delito y la delincuencia, donde creo que hay que darles esas herramientas que no sean solo autos y armas. Pasar por una capacitación y entrenamiento es necesario para poder lograr la formación y la inteligencia que se requiere para desmantelar al crimen organizado. Y lo segundo, es que tampoco creo que cuenten con los recursos, tanto humanos como materiales, para hacer lo que se llama el “control de manifestaciones públicas’’. En eso hay, digamos, técnicas y procedimientos que desafortunadamente me parece que normalmente lo que prima es la improvisación. Y eso, por supuesto, puede perfectamente traducirse en violaciones a Derechos Humanos.
Creo que en Chile se requiere, no del debilitamiento de Carabineros, sino su fortalecimiento, pero sobre todo, mejorar su capacidad profesional para poder reaccionar con eficacia, pero sin que eso se traduzca en violaciones a Derechos Humanos.