Del fanatismo a la violencia: Claudio Bravo contra las Barras bravas

Algarabía.

La RAE la define como “griterío confuso de varias personas que hablan a un tiempo”, mientras que sus sinónimos son “bulla, griterío, vocerío”, entre otros. El motivo que da inicio a esta puede ser impulsado por diversos factores, ya sea ir a un concierto de música, una fiesta con amigos o ver un partido de futbol donde vemos a nuestro equipo favorito realizar las mejores jugadas. Es en esta última situación en particular, donde constantemente se producen diversas emociones; pues nos emocionamos, nos frustramos, celebramos y lloramos; ya sea de felicidad o de tristeza. Todo esto dentro de un rango de 90 minutos donde tenemos la libertad de dejar todas las preocupaciones de lado, pues lo único que nos importa es lo que estamos presenciando.

Pero ¿qué pasa cuando las frustraciones llevan a actos de violencia y el fanatismo se convierte en un movimiento que solo busca destruir? A causa de esto, la algarabía, de cierta manera, evoluciona en sí misma, otorgando más amplitud de la que debería; pues ya no estamos usando el término para referirnos a momentos de alegría, sino para hacer referencia a momentos que culminan en ira.

Las conocidas “barras bravas” han llevado la violencia a un extremo, generando un odio profundo hacia los equipos contrarios; pues ya no estamos hablando de una simple rivalidad que queda en la cancha de juego. Inician ahí, pero se trasladan al nervio de la persona, generando un odio profundo que no culmina con el partido; sino con el daño físico. “Ellos vienen a pelear contra el adversario, ellos quieren destruir” –indica Claudio Bravo, guardia encargado de la entrada por Avenida Pedro de Valdivia; quien, a continuación, profundiza en su percepción sobre dichas barras. “Son distintas formas de verlo, porque en el fondo es lo mismo, pero con otros matices. Yo soy provinciano, la gente es más calmada, todos se conocen. Pero cuando van los equipos de la capital pa’ allá ellos van más empoderados, entonces hay todo un tema. Van a destruir. Por eso los están vetando”. Como él parte diciendo, es lo mismo, pero con otros matices. Ya no estamos hablando de gente de distintos equipos que van al estadio movidos por la calidad de jugadores (la cual no niego que suceda). Estamos hablando de bandas cuyas acciones trascienden más allá de 90 minutos de juego. Trascienden en el sentido de que mantienen la polera de su equipo antes, entre medio y después del partido. Se llevan la gloria o el fracaso a sus casas; pero no importa el resultado; pues, producto de la algarabía mezclada con el odio de unos hacia otros, el resultado termina en un caos constante; el cual guardias como Claudio Bravo buscan que culminen fuera del sector que encargados como él están llamados a proteger.

La Garra Blanca, Los de Abajo y Los Cruzados son las barras que más daño han hecho a la infraestructura de los estadios producto de la alteración de sus miembros. Si profundizamos en sus acciones, podremos encontrar cómo estos han dejado su huella en diversos lugares de la vía púbica; lo que termina siendo un claro indicador de cómo un fanatismo descontrolado puede mutar en un extremo que no tiene límites.