Numerosos incidentes resucitaron el miedo de los hinchas a ir al estadio y disfrutar de nada más que el fútbol. Ahora, sólo queda preguntar ¿de qué sirve entonces Estadio Seguro?
Por Fernando Ríos
Hacia inicios del primer gobierno de Sebastián Piñera (2010-2014), los focos de violencia en los estadios se habían convertido en algo preocupante. Si bien siempre este problema ha sido una piedra en el zapato para la administración de turno, en la última década se acentuó. La opinión pública se volcó en contra de la pobre legislación en esta materia, con el fin de que la gente se sintiese cómoda viendo el espectáculo.
Las críticas llegaron acompañadas por un bombardeo noticioso que dejaba mal parado a varios, por no decir a todos los clubes del fútbol chileno. Los intereses de estos, principalmente las ventas y el apoyo de los hinchas corrieron riesgo, instando a las instituciones a tomar medidas drásticas y rápidas.
Así, en 2011, nació Estadio Seguro, un plan de contingencia con el objetivo de frenar los hechos delictuales en los recintos deportivos, devolviendo la pasión a los verdaderos hinchas y familias que comúnmente asistían con los más pequeños al estadio.
Once años después, la historia sigue igual. E incluso, peor.
Partidos con prontuario
No son pocos los episodios donde el fútbol ha llorado. Definiciones por el título, clásicos universitarios y trifulcas son parte del historial de nuestros estadios. Una situación que cada vez se lamenta más, pero que ya parece ser parte de nuestra cultura deportiva.
En 2013, el clásico entre la UC y la U fue suspendido luego de que un objeto lanzado desde la tribuna diera en la cabeza del jugador cruzado Fernando Meneses. Ese mismo año, los precordilleranos se fueron a las manos con Unión Española, tras perder un encuentro válido por la Copa Chile, con golpes y patadas que iban y venían, algo vergonzoso por parte de ambos equipos.
Pasaron los años y la historia no cambió. Dos años más tarde, Colo Colo y la UC definían al campeón en la última fecha. El “Cacique” enfrentaba Santiago Wanderers en Valparaíso, y culminó con el mayor bochorno de los últimos años. Las familias terminaron huyendo para evadir una infinidad de peligros en el coliseo: “hinchas” con armas blancas; piedrazos; fuegos artificiales; y la fuerza policial en Playa Ancha.
Afuera del Elías Figueroa Brander continuó la violencia. Personas apuñaladas, baleadas y hasta un hincha acribillado en estado grave fue el saldo de la ola de destrucción esa tarde en Valparaíso. La Fiscalía ordenó la busca y captura de trece involucrados. El número de detenidos: sólo uno. La cifra habla por sí sola.
¿Ha cambiado en algo la seguridad desde entonces? Prácticamente nada.
Las falencias de Estadio Seguro volvieron a ser noticia hace poco, teniendo a U. Católica como protagonista. En Copa Libertadores, los simpatizantes de Flamengo denunciaron discriminación y agresión hacia un niño. Después, en Copa Chile, contra Audax Italiano empañaron la despedida de San Carlos de Apoquindo (cerrado por remodelación) cuando la hinchada invadió la cancha, robó elementos del equipo e incluso despojó al guardameta Matías Dituro de sus prendas.
La guinda de la torta llegó el 28 de septiembre pasado, en cuartos de final de Copa Chile. Tras el gol de Fernando Zampedri al minuto cinco, inadaptados sociales le lanzaron fuegos artificiales al arquero de la U, Martín Parra, explotando a un metro de él. Sufrió un trauma acústico agudo y tuvo que ser llevado de urgencia a un centro asistencial. En tanto, el partido fue suspendido.
La falla del Estado
Lo curioso de esto es que la hinchada universitaria ya estaba sancionada por lo que pasó en la llave pasada con los itálicos, pero la ANFP recogió el recurso de protección presentado por Cruzados. Y esto no es primera vez que pasa.
Desde Azul Azul han criticado las sentencias de la Asociación, donde Cecilia Pérez, vicepresidenta del CDA, fue la más tajante al respecto: “Uno se da cuenta, porque es de público conocimiento y es notorio, que la ANFP ha favorecido a Universidad Católica en distintas oportunidades, por lo menos en este año desde que estoy en la U”.
Sea o no sea verdad que, dentro de la ANFP, haya personas que beneficien a la UC, son preocupantes las medidas que el Estado ha tomado para erradicar la violencia de los estadios. No es posible que se deje entrar nuevamente a delincuentes que solo pretenden manchar el deporte y no representar a los verdaderos fanáticos.
Existen cifras alarmantes al respecto. A fines de septiembre pasado, CIPER sacó a la luz los exiguos números de sancionados desde el nacimiento de Estadio Seguro: apenas 2.003 personas fueron judicialmente condenadas: 1.866 con más de una causa y 116 de ellas son reincidentes.
Entre el listado de delitos hay: ingreso indebido, usurpación de identidad, desacatos de sanción previa, falsificación de entradas y reincidentes. A los 2.003 se le suman 598 personas con prohibición de ingreso al estadio y 4.519 sin derecho de admisión.
Andrés Otero, exsubsecretario de Deportes durante el segundo gobierno de Piñera (2018-2022), hizo un mea culpa sobre las pobres sanciones que se han aplicado en los once años del plan. “Ahí hay una gran deuda y lo voy a decir con todas sus letras: ahí ha fallado el Estado de Chile”.
Resulta impactante una declaración de esta índole, sobre todo de una exautoridad gubernamental. Las críticas continúan, ganando cada vez más vigor dentro del mundo deportivo. El periodista Aldo Schiappacasse fue categórico: “Estadio Seguro es un plan que demostró ser ineficiente”.
En resumidas cuentas, desde 2011, el cumplimiento de la normativa ha sido nulo, nefasto. No hay por donde salvar este plan de acción que se ha quebrantado en tantas oportunidades, donde los episodios se repiten una y otra vez, y muchos están cansados de que un puñado de antisociales empañen un espectáculo como el fútbol.
Maradona dijo una vez que “la pelota no se mancha”. Es penoso que, en realidad, sí lo hace, lo que refuerza cada vez más la idea de que el fútbol chileno, poco a poco, está muriendo.