Por Emilio Aris Serey
La lógica de oposición de la ministra del Interior Iskia Siches, desde que etiquetó a Piñera II como gobierno de los infelices, le parece haber pasado la cuenta en su forma de hacer política. La ciudadanía tiene hambre de una muestra de profesionalismo que se encuentra al debe, quedando en evidencia que lo nuevo no siempre es bueno.
El hecho de falsear datos es algo que la derecha hace desde siempre, y que estableció como moda con el estallido social, cuando el presidente Piñera habló de que “estamos en guerra” y “se quemaron iglesias con mujeres y niños dentro”, junto a lo sucedido con el controvertido viaje de sus hijos a China y la acusación constitucional que sacó de su cargo de ministro del Interior a Andrés Chadwick, entre muchos otros ejemplos.
Lo anterior para muchos sectores de izquierda se considera como algo mucho más grave, aunque lo de Siches tiene una arista que no solo es reprochable en forma, sino también en el fondo.
Es gravísimo que, antes de cumplir su primer mes, la ministra de seguridad pública no demuestre tener seguridad de sus propios datos. Pero incluso es todavía más grave que no sea capaz de salir de la lógica inmadura de hacer política a través de alegatos y carecer de la habilidad de generar un nuevo liderazgo a partir de sus habilidades individuales. Quedaron al desnudo sus limitaciones, su falta de asesoramiento y un exequipo de trabajo del Colegio Médico que no está dando el ancho.
Recapitulando sus tropiezos, hay que mencionar el paupérrimo desempeño en el Wallmapu, la fría reunión con el general director de Carabineros para el Día del Joven Combatiente y la equivocación respecto a un avión de inmigrantes que nunca salió, junto a la presunta querella contra un gobierno anterior porque, para el oficialismo del nuevo mundo, la derecha siempre hace todo mal.
Siches debe entender que jugar al poder es muy diferente a solo criticarlo. No tiene que buscar una figura para juzgar, al contrario, debe cuidarse de las críticas y del rol del retador que alguna vez a ella le tocó protagonizar, sobre todo en el primer periodo de instalación, en donde se deben sentar las bases de la aprobación de la opinión pública.
Siches ya se ganó una tarjeta amarilla. Sus compañeros de marchas estudiantiles, Giorgio Jackson y Camilla Vallejos, la dejaron sola poniendo el pecho a las balas, estuvieron consientes del error amateur que cometió y solo hablaron días después de pasada la tormenta.
La pregunta más importante sobre esta nueva Siches es si será capaz de soportar lo que venga por delante, antes de que la muevan a un ministerio que le acomode mejor, y no deba renunciar; entendiendo los códigos en los cuales ella sí sabe desenvolverse, como podría ser el ministerio de Salud o el de la Mujer.