Una reciente advertencia de la OMS estimó que los niveles de obesidad aumentarán de un 28% a un 36% en adultos para 2030. Sin embargo, un estudio de la FAO indicó que el hambre afectó a 600 mil personas en Chile entre 2018 y 2020, lo que pareciera ser contradictorio. ¿Qué lo explica? Cooler habló con expertas para entender el problema de la malnutrición en la población más vulnerable del país.
Por Paula Morales
La obesidad se define como un trastorno caracterizado por niveles excesivos de grasa corporal, que aumenta el riesgo de tener problemas de salud. La Organización Mundial de la Salud (OMS) la clasificó como una pandemia en 2010 y un reciente estudio reflejó que en Chile el 34,4% de la población es obesa u obesa mórbida, mientras que otro 39,8% tiene sobrepeso.
El informe indica que el 28% de los adultos y el 14% de los adolescentes vivían con esta condición en 2016, pero se estima que estas cifras aumentarán a 36% y 17%, respectivamente, para 2030.
Según los expertos, hay cuatro factores relacionados con la obesidad: genéticos, psicológicos, fisiológicos y del entorno social, que van mucho más allá de una contención con dietas y ejercicios.
Eve Crowley, representante de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en Chile, dijo en una entrevista al diario El Mercurio que “el último incremento de la malnutrición responde a los efectos de la pandemia por el Covid-19, pero tiene su origen en una profunda desigualdad, en el mundo y en Chile”.
Según las últimas cifras de la Encuesta Nacional de Salud, el 31,2% de la población chilena mayor de 15 años padece obesidad. Esto sugiere que el entorno es relevante en el desarrollo de la obesidad, ya que abarca directamente la disponibilidad de alimentos saludables, los espacios para hacer ejercicio, el estilo de vida sedentario y el nivel socioeconómico.
Políticas públicas: fracaso de los programas preventivos
Chile fue pionero en el desarrollo de los sellos de advertencia, y fue el primer país en establecerlos a nivel nacional y de manera obligatoria en junio de 2016. Sin embargo, “hay otros componentes y otros factores sociales, que tienen que ver, por ejemplo (…), cómo la gente tiene acceso a alimentos saludables. No todo el mundo tiene efectivo para ir a la feria. Entonces, la gente estaba comprando ciertos niveles de despensa en el supermercado. Y ahí pagas con tarjeta de crédito, pero cuando vas al supermercado, generalmente las verduras son más caras, entonces la gente no compra”, explicó Javiera Arce, cientista política de la Universidad Católica.
La dieta chilena es conocida por estar mayoritariamente compuesta de pastas, pan, frituras, dulces baratos y alcohol. “El hábito de la mala alimentación de los sectores populares está modelado por la industria de la comida (…) y la comunicación comercial de la industria juega un papel clave”, explicó Mauricio Rodríguez, sociólogo de la Universidad de Chile.
Pero un informe de la FAO reveló que un 3,4% de la población chilena en 2020 sufrió hambre de forma constante. Según Crowley, “una dieta saludable es necesaria para una vida activa y digna, y existen muchos chilenos que no se la pueden costear”.
La desigualdad es clave dentro de la malnutrición de la sociedad chilena. Para Arce, más que el sector socioeconómico, se explica por falta de acceso a la información y cultura alimentaria. Frente a esto, comentó que “la gente vulnerable es la que más sufre, porque al tomar conciencia sobre lo que comes, es altamente probable que mejores tu expectativa de vida y sobre todo tengas que gastar menos plata en medicamentos a largo plazo”.
Si no hay desnutrición, ¿por qué hay hambre?
Las consecuencias directas de la inseguridad alimentaria son la desnutrición calórico-proteica y las deficiencias de micronutrientes. Pero el exceso de peso por el consumo de alimentos altos en energía, grasas saturadas y azúcares de bajo aporte nutricional desencadenan problemas serios de malnutrición, que es el factor principal que ataca silenciosamente a la población chilena. Esto explica por qué los índices de obesidad han aumentado, y según expertos las estadísticas estarán mucho más elevadas.
Además, en Chile la obesidad no se reconoce como una enfermedad. La importancia de tomar un papel activo y no sólo preventivo es crucial, puesto que esa condición predispone la aparición de otras 236 enfermedades asociadas.
Sin embargo, luego de años en que las sociedades médicas levantaran el tema en la agenda país, los parlamentarios con el apoyo unánime de la Cámara de Diputados, ingresaron un proyecto en 2021 para reconocer la obesidad como una enfermedad e implementar políticas de Estado más eficientes, que potencien soluciones integrales, con un diagnóstico y tratamiento oportuno.