Por Paula Morales
La encuesta Cadem reveló hace unos días que el 51% de los encuestados está de acuerdo con incorporar una tercera opción en el plebiscito de salida, lo que plantearía la posibilidad de reformar la Constitución en el Congreso.
El aumento del rechazo remece y presiona no sólo los partidos políticos y la Convención Constitucional, sino que también golpea la esperanza del pueblo frente la posibilidad de sustituir la Constitución de 1980, redactada por la dictadura de Pinochet. El ambiente de desesperación producto de la débil gestión política y comunicacional de los constituyentes, ha traído como consecuencia una nueva división y mayor polarización de la ciudadanía, lo que parece una controversia absurda, dado que el sentido de unión y democracia mostró ser abrumadoramente mayoritario cuando la opción “Apruebo” ganó con un 78,25% el plebiscito del 25 de octubre de 2020.
Si bien siempre ha existido la posibilidad de rechazar la Nueva Constitución y que esta no sea aprobada, era lo acordado. Las vías democráticas se respetaron de forma transparente y el significado histórico se celebró transversalmente. Agregar una tercera opción entorpecería el trabajo realizado por los constituyentes, cambiaría las reglas del juego, y lo que es peor, dificultaría que una mayoría apruebe las nuevas bases que definirán el país. Añadir una opción más al listado refleja la crisis institucional y el miedo de algunos al fracaso completo.
El problema real no radica en quiénes quieren aprobar (39% según Cadem) o rechazar (44%), sino en cómo no se ha explicado de manera apropiada qué se está trabajando en la Convención. El trabajo de los constituyentes se ha centrado a menudo en desmentir falsedades, mientras que hay poca claridad sobre los procesos internos de votación. Algunos medios han confundido propuestas o discusiones con acuerdos del pleno. Hace unos días LUN tituló citando a un constituyente: “Los trabajadores ya no serán dueños de sus ahorros previsionales”. Fue falso, como han desmentido hasta los directivos de la CC.
El enfoque debería estar concentrado en la limpieza de la contaminación del debate público. Pero es una tarea difícil, puesto que es algo que le corresponde a cada institución, empresa y persona. Una tercera opción significaría fomentar las dudas y la división que ha mantenido a Chile disconforme. Por tanto, agregar una opción más al plebiscito de salida, diferente al Apruebo o Rechazo, sería dar señales hacia un callejón sin retorno.